Como diría la gran Rosalia, nuestro mal llamado “Curso” de Liderazgo Creativo, humano y ético de Wanderbeing comenzó CON ALTURA.
Con la altura de un piso 16 en la bulliciosa Gran Vía de Madrid, y con la altura de todas las personas que compartimos espacio y tiempo durante 5 días.
Nuestra “catequesis humanista” estaba compuesta por un variopinto grupo de 12 compañeros/as , 3 maravillosas guías y un genial elenco de potentes (ponentes muy top) expertos/as en filosofía, filología clásica, psicología, ciencias políticas, creatividad, arte, coaching, escritura, mundo empresarial, etc. Todos/as ellos/as fueron una fuente muy poderosa de conocimiento, enseñanzas, humildad, esperanza, perspectiva e incomodidad ¡Era como estar sentada en el ágora en la antigua Grecia! Un verdadero privilegio del que todavía no termino de ser consciente.
Y me diréis: Mabel, déjate de rollos griegos y dinos qué aprendiste. Ya llevo casi un minuto leyéndote en Linkedin y no me queda claro ¿Merece la pena? ¿Bien de ROI? ¿Cuántas estrellas le das? Solo os diré que vuelvo con una lucecita en mis adentros. Una llamita, una ilusión: la de conseguir algún día ser una buena líder, alguien que sepa inspirar y ayudar al cambio que nos viene ya.
Estos 5 días han sido para mi un festín romano continuo donde se ha servido deliciosa comida álmica, eso sí, nada digestiva. Tengo la incomodidad de una toga que aprieta (creencias que luchan por no salir) y la desazón de un estómago al que le queda mucho trabajo por hacer (ideas que quieren ser parte de mí). Todo esto lo vivo con una gran sonrisa, no os vayáis a creer. Me va a costar años y mucho viaje interior ser capaz de hacer mío todo lo que aprendimos durante esas magistrales jornadas.
El mundo necesita líderes. Personas que se cuestionen todo. Que aporten valor del de verdad. Siento que puedo ser parte de esas pequeñas minorías creativas que ponen todo nuestro esfuerzo en ser útiles al cambio. Si estás leyendo esto y te pica, hazte un Wanderbeing. La resaca es jodida pero merece mucho, mucho la pena.
Quiero darle las gracias por último a mi amiga Tere Góngora, sin ella esto no habría sido posible. Gracias por ver en mí ese potencial ¡Gracias!