El trabajo de la ilustradora Rocío Egío es un chute de energía positiva que ya ha encontrado su lugar en medios como The New York Times. Detrás hay insistencia, personalidad y mucho, mucho amor por la cocina.
Dice que es pesada y cabezota, y quizá ahí está la clave de conseguir lo que se propone. Ya desde sus años universitarios, Rocío se empeñó en hacer aquello que la hacía sentir ella misma. Se empeñó, también, en compartirlo y darle el valor que se merece. Ahora, redes sociales y publicaciones de renombre se ilustran con sus diseños, que nos hablan del Mediterráneo, los sabores y la alegría de vivir. Un estilo espontáneo con el que ha conseguido diferenciarse. Porque, si algo es de Rocío Egío, se nota.
Estudiaste Arquitectura. ¿Cómo pasaste a dedicarte a la ilustración? ¿Cómo fue esa transición?
En realidad, nunca quise estudiar Arquitectura, pero siempre fui muy buena estudiante y escogí esa carrera en cierta parte por la presión social y familiar. Yo quería estudiar Bellas Artes, pero mi entorno no la veía como una profesión ‘seria’. Yo era muy influenciable, así que finalmente me matriculé en Arquitectura, y debo decir que encontré un ambiente donde me sentí bastante cómoda, porque en la Universidad de Alicante la carrera era bastante artística, así que pude desarrollar la creatividad y acercarme al diseño gráfico.
Por eso, cuando me gradué el cambio hacia el diseño fue un movimiento muy natural. Además, durante la carrera empecé a hacer pequeños proyectos para amigos y familiares, así que fui construyendo un pequeño porfolio. Gracias a eso, cuando terminé de estudiar pude construirme una web, un perfil de Instagram profesional… y crear esa vitrina para mostrar mi trabajo y empezar a tocar puertas.
¿Y por qué decidiste trabajar por tu cuenta?
Mi familia es de autónomos, y mi referente siempre ha sido ese. Al principio, estuve un par de años como empleada de una empresa, pero siempre tuve claro que quería trabajar por mi cuenta. Gracias a esos años pude tener un colchón que me permitió lanzarme.
Por otro lado, en Suiza es muy normal tener trabajos parciales, y yo conseguí uno con una marca de café con la que trabajaba el 40% de mi tiempo, y el resto lo dedicaba a otros proyectos. Así, tenía una seguridad financiera y podía pagar las facturas, y a la vez buscar otros clientes con los que quizá no ganaba tanto, pero me aportaban otras cosas.
También fue muy importante encontrar tu voz y tu personalidad creativa, ¿verdad? ¿Cómo lo lograste?
Sí, cuando encontré esa voz fue cuando di el salto del diseño gráfico a la ilustración. Encontré un lenguaje más ilustrado, un trabajo que me definía y en el que me sentía cómoda, en el que era yo, y eso me dio fuerza.
Para conseguirlo hay que trabajar mucho, dibujar mucho. Y, por ejemplo, ¡yo he copiado un montón! (risas). Me di cuenta de que ‘copiar’, inspirarte en otros, es una herramienta muy útil cuando estás en ese proceso de encontrarte y aún no sabes cómo definirte. Fijarte en otros trabajos hace veas cosas que te gustan, artistas que tienen más experiencia, un trabajo coherente que te inspira… y eso significa que hay una conexión con ese estilo. Al intentar hacer algo parecido, después de hacerlo muchas veces y de trabajar con diferentes clientes vas encontrando puntos en común y vas construyendo tu voz y tu identidad. Así que me parece genial copiar al principio, pero sin compartirlo públicamente, claro.
También soy muy cabezona y perseverante, y eso es clave. Todos tenemos algo que nos hace diferentes, pero hay que trabajarlo y conectar con ello. No se puede tirar la toalla.
Y es muy importante hacer proyectos personales, porque es ahí donde trabajas en cosas que te interesan. Yo empecé a ilustrar comida y recetas porque era lo que más me gustaba. Tengo un montón de recetas de mi abuela y de mi madre y empecé haciendo proyectos personales ilustrándolas, haciéndolas modernas, y eso me permitió añadir a mi trabajo esos detalles que son parte de mi identidad como artista.
Dices que las profesiones creativas no se ven desde fuera como trabajos ‘serios’. ¿Crees que eso nos lleva también a no tomarnos en serio nosotras mismas?
Totalmente. Yo siempre he valorado esta profesión como lo que es, pero sí que al principio muchos baches con la familia. El diseño era como irme al último escalafón creativo, y alguna vez me lo dijeron así. Ahora, tengo el amor propio suficiente para rebatirlo, pero, en ese momento, es algo que te marca.
También me pasa cuando hablo con gente que no está en el mundo creativo y se refieren a mi trabajo como “mis cositas” o “mis proyectitos”. No lo hacen a mal, pero esa forma de referirse a tu trabajo contribuye a que no se ponga a la misma altura que otros.
Creo que se necesita tiempo, porque en otros mercados como EE.UU. no se percibe así. Muchos de mis clientes son norteamericanos, y saben perfectamente el valor de tu trabajo y te buscan porque lo quieren. En España es de otra forma, y en seguida se cae todo porque no hay presupuesto, por ejemplo.
También es cuestión de trabajo personal. Cuando te valoras a ti misma y empiezas a ver que lo que haces tiene una consistencia y un mensaje, te sirve para darle un empujón a tu ego y decir “oye, lo valgo”.
¿Qué valoras más de trabajar como freelance?
Como todo, tiene su parte buena y mala. Muchas veces, me pregunto por qué no seré feliz siendo empleada, porque hay muchas cosas que tienes resueltas. Pero me he comprometido con quién quiero ser, y no puedo volver atrás.
Por ejemplo, me encanta la flexibilidad de poder trabajar desde donde quiera, poder ir a España cuando quiera y trabajar desde allí. No creo que pudiera vivir tantos años lejos de la cultura española, la comida, el mar… si no tuviera esa flexibilidad. He podido diseñar el estilo de vida que quiero y eso, siendo empleada, habría sido mucho más difícil.
Trabajar por tu cuenta también es un proceso de autoconocimiento muy fuerte, porque tienes que responder a muchas cosas y tomar muchas decisiones. Todo ese proceso no lo hubiera hecho si hubiera sido empleada de una empresa, o quizá lo habría hecho más tarde. Como freelance, tienes que trabajar todos los días contigo misma, a veces quieres matarte y otros días te impresiona el nivel de conexión que puedes llegar a alcanzar.
¿Cómo defines tu estilo?
Es un estilo muy minimal, sencillo, gráfico y limpio que me viene de los años de estudiar Arquitectura. También refleja cómo soy yo. No soy muy de darle vueltas a un concepto ni de comerme la cabeza o buscar teorías. Soy muy directa y espontánea, así que mi estilo va alineado con mi personalidad.
Trabajas con clientes muy importantes, con medios internacionales como The New York Times e incluso la ONU. ¿Cómo has construido tu agenda de contactos?
Mandando muchos mails y echándole morro (risas). Cada semana envío emails a cuatro o cinco contactos nuevos. Lo empecé a hacer porque me di cuenta de que hacía muchos proyectos que no me interesaban, y aprendí que los emails a puerta fría es lo que te lleva a trabajar con los clientes que quieres. Si tú no mandas ese email, ellos no tienen por qué saber que existes.
También me ha ayudado el centrarme en un nicho muy pequeño como la ilustración de cocina. Al contactar con un director de arte de una revista de cocina y conseguir trabajar con dos o tres medios especializados en eso, puedes comunicarlo, y eso te abre las puertas a todos los demás. Pero tiene que salir de ti empezar a tocar puertas.
Mi manera de hacerlo es escribir a los directores de arte por Instagram o LinkedIn y pedirles su dirección de email para enviarles mi porfolio. Normalmente no contestan, o te dicen que ya te contactarán. Y, aunque la conversión sea muy pequeña, realmente en el futuro algunos te contactan. Si eres insistente, consigues que les suene tu nombre y puede que en algún momento les contactes justo cuando te necesitan. Cuantos más emails envíes, más posibilidades tienes de conseguirlo. Es verdad que me consume bastante energía hacerlo, pero he conseguido meterlo en mi rutina de la semana y lo hago de manera un poco automática. También tienes que saber muy bien a quién tienes que contactar y qué les tienes que decir.
¿Cómo es trabajar con medios?
Me gusta mucho hacerlo, porque soy una persona muy inmediata, y con estos medios los deadlines son muy cortos, como mucho de una semana. Los temas son muy concretos, te comparten un titular que saben que va a cuadrar con tu estilo porque ya te conocen. Les envío la ilustración, pasa un par de revisiones y no hay cabida a divagar mucho, porque no hay tiempo. También es cierto que de vez en cando necesito tener un proyecto largo que pueda dosificar y combinar con ese otro tipo de encargos más breves.
¿Cómo te has formado, además de con tu carrera universitaria?
Las formaciones que más elijo son de negocios, porque es algo que no me han enseñado nunca. Al principio, cuando pasé de la arquitectura a la ilustración, tuve una pequeña crisis. Sentía que nada acreditaba que fuera ilustradora. Así que en ese momento sí que hice cursos creativos, como uno de diseño gráfico en Mr Marcel School y otros muchos de Domestika.
Pero, una vez que estás inmersa en el trabajo, la parte creativa es algo que estimulas todo el tiempo, así que necesito formarme en otros temas, como desarrollo personal y negocios. El año pasado hice un máster de Creación y Gestión de Negocios Creativos con Mónica Rodríguez de Empresas Creadoras, y también estoy haciendo mentorías.
Muchas veces, lo que ocurre con los profesionales creativos no es que no tengamos el talento, sino que no sabemos vendernos. Por eso mucha gente se cansa, o tiene proyectos de vida personales que no les permiten continuar con esa inestabilidad, así que saber de negocios es muy necesario para mantenerse.
¿Cómo sales de los bloqueos creativos?
La verdad es que soy muy mala en eso, me cuesta mucho darme cuenta de que estoy en un bloqueo, porque soy muy cabezota. Para mí, bloquearme es como un fracaso. Soy muy dura conmigo misma en ese sentido. Así que mi problema está en reconocer que estoy bloqueada. Por eso, cuando consigo darme cuenta, directamente me desbloqueo y hago cualquier cosa que no sea trabajar. Pasear, cocinar, ir al gimnasio…
¿En qué proyecto estás inmersa ahora?
El proyecto en el que estoy trabajando a largo plazo es mi tienda, Rocío Egío Shop. Me he dado cuenta de que, cuando trabajas en servicios, necesitas tener ingresos pasivos que no requieran que estés ahí. Porque, si estás trabajando todo el tiempo, no puedes tomarte un descanso ni te puedes permitir decir que no a un proyecto. Por eso, construir algo que te dé ingresos por otro lado y de forma más o menos continua te da más libertad.
Por eso saqué la tienda y la he separado del estudio para que tengan personalidades diferentes y crecer de manera independiente. Este es el proyecto más importante para mí porque, si funciona, puedo ser más selectiva con el resto. Hay muchas maneras de transformar todo lo que sabes hacer en un ingreso pasivo para monetizar el conocimiento que tienes, como impartir cursos, workshops, charlas y mentorías.
Entrevista de Silvia Nortes para Ladies, Wine & Design Murcia:
En mi currículum pone que soy licenciada en Periodismo, Comunicación Audiovisual y Publicidad. En realidad, solo me gusta escribir. Y aprender, claro. Si no aprendes, se te vuelan las ideas. En mi camino en busca de la plenitud profesional he trabajado en radio, comunicación y gabinetes de prensa. Aunque lo que más me hincha el orgullo es que ‘El País’, ‘El Mundo’ y ‘Vice’, entre otros, se hayan interesado en mis ideas. Como periodista ‘freelance’ soy una profesional de la insistencia hasta que consigo que me publiquen. Escribo desde España para ‘Index on Censorship’ y estoy preparando un libro. También me sale genial el guacamole.